sábado, septiembre 15, 2007

La Voz de Alcalá


Esta foto tiene más de 15 años. La hizo Enrique Sánchez el día en que hicimos la presentación en sociedad de "El Alcalá". Ahora se llama La Voz de Alcalá y se ha convertido en el periódico local que se ha publicado por un más largo período de tiempo, de forma ininterrumpida. En la foto estamos algunos de los fundadores del periódico, junto con algunos invitados.

José Antonio Francés (cuarto por la izquierda) y Enrique Sánchez (autor de la foto) son sin lugar a duda quienes más han contribuido a La Voz de Alcalá desde sus inicios.

En junio de 2005 le hicimos un homenaje a Francés en el Foro Oromana, antes de que se marchara a Barcelona. Aproveché la ocasión para escribir unas notas sobre nuestros primeros pinitos juntos en otro periódico, ya desaparecido: el Alcalá/Semanal. Et voilà:

Las rotativas viven del papel impreso. La prensa no espera. Los viernes alguien nos llevaba en coche hasta la imprenta de Diario 16 para entregar las maquetas del Alcalá/Semanal. Conocí a José Antonio Francés, Fran, en el vértigo del cierre de redacción cada siete días. Hacíamos el periódico a pulmón, con la frescura de los veinte años. Nos íbamos con la grabadora al Ayuntamiento para entrevistar a Guillermina, a Fernando Zamora o a Enrique Sánchez. Buscábamos colaboradores para la “Tribuna Abierta”, y escribíamos 15 páginas por semana para que el periódico llegase a los kioscos cada sábado.

Pero el periódico no lo hacíamos solos. El Alcalá/Semanal fue el empeño romántico de un grupo de alcalareños que ponían dinero de su bolsillo (nosotros no teníamos) para que la sociedad civil tuviese una voz independiente, en un ambiente político bastante sofocante. Fue la época de Juan Guerra, donde varias piezas clave del equipo de gobierno de entonces tuvieron el dudoso honor de ser los primeros condenados en el juicio al hermanísimo. El Alcalá/Semanal, como luego La Voz de Alcalá, fue –en sus diversas etapas- un medio libre, sensible a las necesidades de los alcalareños, y con una línea editorial que se fundaba en los valores de la independencia de criterio y la participación comunitaria.

Para nosotros fueron los tiempos de Dolores Gandul, El Club de la Serpiente, José Gandul y Emilio Nieto. Dolores Gandul era el seudónimo con el que escribíamos tres miembros de la redacción. Bajo el seudónimo, en el Trágala, nos permitíamos los comentarios más críticos y mordaces. Su sección se convirtió en una de las más leídas. Nos escribían cartas felicitándola. Dolores Gandul se hizo tan popular que tuvimos que hacerle una entrevista en la contraportada. Para salir al paso, pusimos una foto de una compañera de estudios de uno de nosotros. Vivía en Madrid y nunca se iba a enterar… De hecho, todavía no se ha enterado.

El Club de la Serpiente era la sección literaria del periódico. Aún no habíamos salido del impacto que nos causó la lectura de Rayuela, y el título de la serie sólo podía ser un homenaje a Julio Cortázar. El Club de la Serpiente contaba con varios colaboradores que hicieron de aquella columna un taller de ejercicios de estilo. Un lunes encontramos en el buzón una carta de un alcalareño que hablaba de su vida en una casa de vecinos. Nos pusimos contentos porque con eso completábamos las cartas de los lectores de la semana. Luego la leímos y vimos que estaba tan bien escrita que sólo podía ser obra de Martín, compañero en la redacción que hacía una semana acababa de volver a Madrid para continuar sus estudios. Esa broma de despedida fue una de las mejores piezas de El Club de la Serpiente.

José Gandul era un anciano que escribía una carta a los lectores cada semana. Los temas eran de lo más peregrinos, pero se hizo habitual en la redacción trayendo una carta que nunca le publicábamos. Un día nos compadecimos de él y su carta salió en el periódico. Nos arrepentimos inmediatamente, porque ya no se despegó de nosotros. Sin embargo, unos meses después murió y empezamos a echar de menos su familiar presencia. Estuvo bien publicar aquella carta.

Emilio Nieto, y el control que ejercía sobre los medios de comunicación local fue uno de los temas recurrentes en la línea crítica del periódico. Lo llamábamos Ciudadano Kane. Y hasta aquí puedo leer…

Francés era el alma del periódico. Desde los tiempos de Alcalá/Semanal, Fran ha estado detrás de numerosas iniciativas culturales en Alcalá. Hizo teatro con Titirimundi. Fue autor y editor de Poemar e Infame Turba. Amigo y editor de Antonio Medina de Haro. Amigo y promotor de pintores y artistas. Fue miembro fundador de La Voz de Alcalá, y -como Curro López Pérez y Joaquín de Grado- ha mantenido su columna más de 15 años. Ha publicado dos novelas y un diccionario sobre fútbol, y escribe habitualmente en la sección deportiva de El Mundo. Ha hecho lo que le ha dado la gana y se ha ganado la vida como buenamente ha podido.

Un día le robaron en un viaje a Praga. Como en una de sus novelas, salió corriendo detrás de los ladrones y se perdió de Lucía. No tenían dinero ni tarjetas de crédito y lo pasaron mal. Sin embargo, el relato de esa aventura es una de las anécdotas que más me han hecho reír en mi vida. Pero del sentido tragicómico de la vida de Fran les hablaré en otra ocasión. Quizá cuando vuelva de Barcelona.

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